Acabo de salir de un ataque de pánico.
Quizás despedirme de Ori, sin saber cuándo la volvería a ver, gatilló cosas. El sueño de ir a Venezuela este año, o de ver a Sa y a Clau en Buenos Aires o en Mendoza, o de reencontrarme con Valen después de diez años.
Antes leía noticias de personas que pasaban diez años sin ir a su país, sin ver a sus padres, sus madres, a sus hijos, y pensaba “¡¿pero cómo tantos años?!” Y ahora lo entiendo: es que el tiempo pasa, vives la vida en modo sobreviviencia y pasa el tiempo y de repente ya son siete años y medio sin ir a tu casa y respirar tus olores.
Esta sensación de encierro, de huida que no sentía desde Venezuela en 2016, en 2010, y que siento ahora aún sin escasez ni cortes de luz ni represión, pero sin pasaporte en un país que sigue siendo extraño, en el que sigo siendo extranjera, invasora, mona, caribeña ladrona.
Se va Ori y quizás Juan, una despedida que me removió las otras que no se han actualizado en abrazos desde hace cinco, siete, diez años. Una herida cerrada que cicatrizó con un queloide grueso que trato de no ver ni tocar, de olvidar, pero que de repente late, me puya.
Hoy buscaba donantes de sangre para Johan, mi primo que está hospitalizado. Estaba segura de que podía donar porque lo hice hace menos de un año en el mismo hospital, pero cuando llamé a hacer la cita la pregunta fue “¿cuál es tu nacionalidad?”, y de ahí un discurso aprendido por la malaria que traemos porque “usted ha vivido toda su vida en un país con malaria”, como si los más de siete años que tengo haciendo vida en Chile -sin ir a Venezuela- no contaran como mi vida.
Es xenofobia, le dije, a ella y en mis hilos de X mencionando al presidente de la república, a la ministra de salud y a su ministerio. Y claro: el odio, los insultos y la xenofobia.
Mona, puta, tonta, ignorante, necia, culiá, weona, puta muchas veces más. Parece que eso somos las mujeres que le ponemos nombre, con todas sus letras, a las cosas.
También me echaron de su país -que obviamente no es mío-, me exigieron que respetara sus reglas “o es que no sabes qué es eso”, se burlaron de nuestra “sangre sucia”, y que ojalá nos vayamos todos y si nos morimos, mejor.
¿Será que me equivoqué? Le pregunté a Miguel después de que me llamaron de Chilevisión -un canal de tele nacional- para entrevistarme por lo que escribí en X, me negué, me autocensuré por primera vez, “porque no me siento segura y no quiero seguir exponiendo a mi familia”, le dije.
Al menos esa periodista entendió, nos deseó buena recuperación para mi primo. Hay otros que no saben de ética, como el de CNN Chile que, al pedirle que quitara mi foto, mi nombre y mi usuario de su nota porque, a pesar de haber puesto todas mis cuentas privadas, estaba recibiendo odio y amenazas, me dijo que lo hacía pero que me bloqueaba para que no le escribiera más.
Es como si fuéramos la visita que tiene que andar en puntillas para no molestar a los dueños de la casa y aún así, en la casa nunca vamos a ser bienvenidos.
Ni siquiera de nuestros hijos chilenos, a los que les cuestionan su nacionalidad por tener padres migrantes. Como la doña que una mañana cualquiera en el parque, mientras Merú jugaba con su nieta, le preguntó a Miguel cuál era la nacionalidad del “niñito tan simpático”, y le arrugó la cara cuando le dijo que chilena.
Me cuesta no indignarme, pero tampoco es sostenible intentar cambiar la opinión de cada una de las personas que cree que los migrantes no somos dignos de habitar el espacio que nos rodea. Son muchas.
Intento hacer el ejercicio de elegir mis batallas, pero ¿acaso todas no son la misma? Hay quienes prefieren el silencio, resguardarse y que nos resbalé. Les entiendo, pero ¿le resbaló a las sufragistas que las mujeres no votáramos? Gracias a que no se quedaron calladas hoy nosotras podemos ejercer nuestro derecho.
Entonces, me cuesta. El que me dice mona a mí se lo dirá a mi hijo, sin tapujos.
Y sería tan fácil volver, dejar de ser migrante, pero no es una credencial que guardas en la gaveta cuando se acaba el evento. Tampoco siento que tenga a dónde volver.
El último mes me he reconciliado con la bandera de Venezuela, la guindé en la terraza y por las tardes la veo moverse con la brisa que viene de la cordillera. También, he vuelto a sentir esperanza, estoy convencida de que esta vez sí porque estamos haciendo las cosas diferente, porque somos otros. Yo soy otra, por eso mi volver no es una semilla, sino la lluvia que alimenta mis raíces, un tránsito, la certeza de la posibilidad.
Ayer la amiga chilena de una amiga, la única que pudo ir a donar sangre para mi primo -gracias siempre María Belén <3-, me pedía disculpas por su país y me di cuenta que eran unas disculpas que me dolían, que tenía el corazón roto de tanto odio gratuito. No se puede amar sin reciprocidad.
Entonces escribo esto desde el quiebre para hacer entrar la luz.
Ojalá.
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Para recordar
Los venezolanos nos hemos sostenido entre nosotros mismos en las últimas semanas. En estos días, Wiki Pirela, artista venezolana en Chile, compartió esta frase: “fe es no temer a lo feroz” y se quedó en mí que siento con todo. Les invito a seguir el trabajo de Wiki, creadora de universos, este post me gustó mucho.
La situación en Venezuela es muy compleja, ante la censura la desinformación es una amenaza. Sin embargo, a pesar del asedio sistemático contra los medios de comunicación, los periodistas venezolanos en Venezuela están haciendo todo para imformar oportuna y verazmente. Para saber cuáles fuentes son confiables, la Red de Periodistas Venezolanas, compartió en este post un listado muy útil.
Le agradezco a mi yo del pasado el hábito de la meditación que en estos momentos me alivia y me conecta con el presente. Desde inicios de agosto, María Elena Barrios @caracas.oneness en Instagram, nos ha regalado una meditación diaria guiada amorosamente por ella para unirnos en energía por Venezuela. Estarán durante un par de semanas disponibles en su feed, esta es la primera.
Un Beni aburrido de tanto odio te agradece por leer Ojalá. En este botón puedes enviárselo a alguien más :)
Gracias por este artículo: tus palabras se sintieron como un lugar seguro, con el que me identifico bastante. Debemos ser muchos los que estamos pasando por momentos tan difíciles. Gracias por tan bien pensadas palabras en medio de tanto dolor compartido
Uff, un super abrazo para ti, Meru y Miguel.