No es cualquier invierno, sino uno húmedo y lluvioso como no habíamos vivido. Si me descuido, el frío no solo lo siento en el cuerpo, sino en el pensamiento. Los días sin sol se me acumulan y me vacío, me rompo.
Quizás por eso este año quise dedicarle más al ritual de pedirle al único santo que tiene mi fe. Yo no creo en dios pero celebro a San Juan Bautista.
Prendo los fósforos y enciendo la mecha de las velas rojas y blancas en sus platitos de vidrio. A un lado, la concha de coco, un caracol del Pacífico y la ofrenda de hoy: kiwis, la fruta de temporada.
Al otro, un balde de metal, dos lapiceros y unos post-it rosados para escribir eso que ya no queremos, lo que se va, lo que dejamos ir para recibir.
En mi celular suenan los tambores de mi pueblo en honor al santo y se me cuela el olor a salitre en la memoria, a garapita de parchita, a cuero mojado por el ron que cae de las botellas que rotan entre los tamboreros.
Quemamos los papelitos y le pedimos a San Juan lo que más queremos, esta vez es un deseo compartido. Miguel y yo nos damos cuenta porque nos permitimos decirlo en voz alta. San Juan, si tú lo tienes, nos lo das, como dice la canción que bailamos descalzos -y con muchas capas de ropa.
Cada vez que digo que no creo en dios percibo cierta perplejidad, como si se tratara de alguien sin fe, sin cobijo, abandonado y a la deriva.
Pero no, no es mi caso. Mi fe tiene formas diversas, creo en las mareas que mueven al planeta, en el amor como una fuerza transformadora, en la energía que nos conecta con desconocidos que se vuelven conocidos, que se vuelven amigos, que se vuelven amores.
En estos días viendo una capítulo de la telenovela brasileña Xica Da Silva (gracias Wiki y Ori por eso), la protagonista le respondía al comendador, que la increpaba sobre sus brujerías, que ella creía en los dioses blancos y en sus dioses africanos, y que si habían más dioses en el mundo también les rezaría ¿por qué no?
Me sentí identificada. No porque rece, sino porque mi fe es cada vez más amplia y eso me ayuda a vivir en paz, a respetar las creencias de los otros aunque no las entienda ni las comparta y a crear mis propios rituales para sostenerme cuando el mundo se me tambalea.
Esa amplitud está llena de contradicciones. Soy la misma que le pide a su abuela fallecida hace décadas que le ayude a ver con claridad cuando se le nubla el criterio, la que abraza a los árboles y aprende astrología, la que responde amén cuando le echan la bendición. Es que no estamos para rechazar buenos deseos ni protecciones, amigues.
Quizá lo que hay detrás de toda esta perorata de creer en tantas cosas es la curiosidad, ganas de aprender mitologías, simbolismo y teorías científicas para integrarlo a mi vida instintivamente, sin presiones externas de templos y culpas por ser la peor creyente, por no cumplir. Por ahora, me basta con serme fiel a mí y lo que siento.
Pero sí me he cuestionado esta vida sin religión desde que soy mamá, ¿cómo explicar el mundo sin la existencia de esa fuerza superior que justifica todo? Es un reto, pero creer en la naturaleza como la gran madre ha sido la mejor respuesta que encontré.
Si hay árboles que se deshojan para florecer, tú también florecerás después de este coñazo; si para que veamos un arco iris tiene que llover con sol, las cosas raras suceden y hay que aprovecharlas; si el invierno más helado pasa, todo pasa. Y sí, también hay cosas que no podemos explicar, abrazaremos la incertidumbre y nos dejaremos contener.
No me niego a que este poliamor de creencias cambie. Hoy mi fe es el café de la mañana, mi nodo norte en piscis, las hojas nuevas de mi singonio plateado, el chamito cascada diciendo “queso” por primera vez, los tambores de San Juan y los Tiburones de La Guaira ganando el campeonato y la Serie del Caribe porque #EsteEsElAño (referencia beisbolera para los venezolanos).
Quizás el futuro sea diferente, no me preocupa.
Ojalá escribirles en unos meses que logramos ese deseo común. Ojalá San Juan lo tenga pa que nos lo dé.
Si quieres escribirme para conversar sobre la fe o la vida ¡aquí estoy! Puedes responder a este mail, dejar un comentario en el post escribirme un mensaje en mi Instagram.
Para recordar
Buscando canciones para bailar los tambores de San Juan, encontré esta playlist en Spotify que tiene todo lo que necesitas para sentirte un 24 de junio en las costas afro venezolanas.
La astrología y el tarot están en mi vida desde siempre, son parte del legado de mi familia, pero este año quise ponerle más foco y profundizar en el conocimiento que tengo. La astrología terrenal que hace Mariana, @maga_enraizada en instagram, me ha ayudado mucho. Todos los lunes nos regala luz en el Beta Astral, una radiografía de la energía disponible en el cielo cada semana. Además, es la reina de las frases célebres.
Cristina Dorador Ortiz escribió para Anfibia Chile el texto ¿Cómo se aman dos ecosistemas?, en el que habla sobre cómo el amor es la manifestación de la microbiana, los microorganismos que están en todas partes. Es una explicación poética, científica y hermosa de la huella que dejamos en los demás cuando los amamos.
Benito Pichilemu aprovechando el milagro del sol en invierno te agradece por leer Ojalá. En este botón puedes enviárselo a alguien más :)
Como siempre me llegas al Alma, palabras fluidas con peso de cascada...Dios te bendiga mi querida sobrina, qué orgullo das carajo!😍