Hace unos meses Miguel y yo nos fuimos a bailar salsa en un jolgorio que tenía como finalidad solo eso: bailar hasta que el cuerpo aguantara.
Gracias a nuestra amiga Oma que se quedó con Merú (<3) fuimos sin presiones de hora y lo dimos todo.
Nos encanta bailar, sobre todo, bailar juntos, aunque a veces me gane la risa y pierda el ritmo. Me detengo unos segundos, nos miramos a los ojos y vuelvo al pasito correspondiente.
Fuera de la pista de baile no es tan sencillo, ¿por qué me cuesta tanto retomar el impulso cuando lo pierdo?
Escribo esto casi dos meses después del último Ojalá que envié, aun cuando este espacio lo planifiqué para cada dos semana, aun cuando sólo depende mí ¿qué pasó entonces?
Puedo caer en la tentación de hacer una lista detallada de todas las cosas que hice y atravesé estos meses que me mantuvieron fuera de este ritmo que yo misma me creé, justificar mi necesidad de descanso, de disfrute, de exigirle menos a mi cerebro recalentado por el calor extremo del verano austral, y aún así, me sentiría culpable.
Y esa culpa le da abrazos a la sensación de no estar haciendo suficiente, de no exigirme más para lograr mis metas, en buen venezolano: de no estar echándole bolas de verdad.
Siento pesado el inicio de este año, tengo anclada en el pecho la decepción de estar perdida en el área de mi vida que me ha definido por tantos años y que ya no sé, siento el reproche a mí misma de no encontrar un resquicio para construir el camino que sí es. También, el cansancio de recalcular, de insistir y de seguir porque no hay otra opción.
Vuelvo a Ojalá como uno de los tantos rituales que me han sostenido estos meses para recordarme que todo lo que hago sí vale, incluso la pausa, aunque a veces se me haga largo, larguísimo, o no lo vea.
Que hoy no es siempre y que pasará, porque todo pasa. Ojalá mi yo del futuro vea esto y sonría en paz porque lo estamos logrando, reina.
Si quieres conversar, déjame un comentario o escríbeme por dm ;)
Para recordar
Luego de escribir, mientas me daba un baño, me di cuenta que había liberado un peso carrasposo que cargaba encima. “Ari tiene razón”, pensé, recordando a mi amiga escritora fotógrafa viajera @arianuchis que se escuchó y ahora guía sesiones de escritura terapéutica con toda la pasión, la ternura y lo fajada que es.
Tiene uno este sábado, es online, si vas pendiente de experimentar, aquí está la información.
Hace un par de semanas, mi amiga Ana @anittabrett me invitó a su taller a un encuentro para hacer moodboard como postales. No lo había hecho y, entre mimosas y musiquita, me dejé llevar por el deseo y la esperanza.
Si están en Santiago de Chile, también este sábado Anita repite el espacio, les dejo los datos para que se den el chance.
Al final, todo indica que sacar de nuestra mente lo que sea que nos revolotea, hace bien.
Un Benito Pichilemu que no se rinde te agradece por leer Ojalá. En este botón puedes enviárselo a alguien más :)
leerte hoy que bonito fue.